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Thursday, 22 July 2010

Mi primer aniversario como autodesempleada (pitos, flautas y cornetas como dice Luz)


Hace un año me estaba desprendiendo de todo aquello que me daba seguridad; cambiaba mi salario, mi horario de trabajo y mi oficina por "unos fríjoles mágicos" llamados sostenibilidad, postmaterialismo y permacultura. De los fríjoles no brotó el árbol que me llevaría al cielo en busca de la gallina de los huevos de oro como narra la fábula, pero si brotaron oportunidades que me llevaron a conocer personas especiales (la prostituta, el mendigo y el ladrón) y lugares maravillosos. Desprendiéndome de lo conocido descubrí un mundo diferente; experimenté estilos de vida anti-sistema y economías alternativas en donde los seres humanos no estamos catalogados según nuestro historial crediticio.

Hace un año me lanzaba al abismo de lo desconocido confiando en que me nacerían alas en el camino hacia el fondo. Puse “mis cartas sobre la mesa” y me enfrenté a cada uno de mis miedos para darme cuenta que la mayoría eran sombras que yo proyectaba.

“El precio de la libertad es la inseguridad, pero la seguridad es usualmente una ilusión”. Y cuando la seguridad no depende de un préstamo, de un puesto de trabajo o de la aceptación social empezamos a darnos cuenta que depende de nosotros mismos, de la forma como vemos la vida, como percibimos el mundo. De ahí que si sólo estamos consumiendo la información que nos ofrece el sistema a través de los medios de comunicación tradicionales terminamos por creernos su versión; la que nos habla de crisis, de inseguridad, de corrupción, de hambrunas, de escasez, de enfermedad, de guerras; de la necesidad de protegernos porque el enemigo está a la vuelta de la esquina; de inmigrantes colapsando las ya fracturadas economías nacionales y fanáticos religiosos en busca del siguiente blanco; de adolescentes criminales esperándonos en las esquinas y estafadores informáticos tratando de robarnos nuestra identidad. Y no me alargo más porque esta cara de la moneda –o de las noticias- ya la conocemos todos de memoria. Nos hemos expuesto al peligro del que habla Chimamanda Adichie en su video “The danger of a single story” y muchos han caído al aceptar la versión “oficial”, la que escriben los “ganadores” y se incorpora en los libros de historia.

Sin embargo como la verdad tiene tantas caras como seres humanos siempre han existido individuos y colectivos empeñados en difundir una cara más amable del mundo en la que desconocidos nos tienden la mano, nos ofrecen alojamiento, nos dan un aventón, nos comparten lo suyo; en el que hay diálogos de paz que funcionan, proyectos comunitarios que generan empleo, artículos perdidos que regresan a sus dueños, iniciativas socio-empresariales que reinviertan sus ganancias en la comunidad, barrios de puertas abiertas, free shops (tiendas en las que todo es gratis y funcionan porque hay un flujo constante de voluntarios y donaciones y donde nadie se lleva lo que no necesita realmente); en donde las historias tienen un final feliz porque sus protagonistas irradian bondad y amor, en donde las princesas se salvan solas y a los príncipes les está permitido llorar, en donde la liebre llega a la meta de la mano con la tortuga y la hormiga y la cigarra toman turnos con la guitarra.

Por eso cuando hacemos “dieta de información convencional” empezamos a percibir el mundo de manera diferente; más lleno de luz, más lleno de oportunidades, de gente buena, de regalos, de sorpresas… y entonces encontramos la fuerza para desapegarnos de aquello que nos daba seguridad porque ya no lo necesitamos.

"La vida es muy corta para aprender alemán" dice mi padre, pero también lo es para trabajar en lo que no nos gusta, permanecer en una relación que no nos hace felices, evitar tomar nuestras propias decisiones por no hacerle "daño" a la gente que nos rodea, postergar conversaciones, posponer un cambio, esperar tiempos mejores.

El mejor día para empezar a ser más nosotros y menos “lo que se espera” es hoy. El mejor momento para transformar nuestros obstáculos en oportunidades es ahora.

Adelante,
Calu

PS1. Quisiera agradecer a mi pareja y a mi familia por el apoyo moral que me brindaron durante este tiempo (especialmente cuando estaba bajita de ánimos, cansada, entendiéndome con la policía o viviendo con ratones –de verdad no de plástico). Su presencia fortaleció aún más mis convicciones y me llenó de fuerza para continuar mi búsqueda. De manera que con agua de la llave brindemos porque el triunfo es de todos (el agua embotellada es un monopolio con un alto impacto social y ambiental). Salud! Por la libertad!

PS2. Este certificado me acredita como copropietaria -junto a miles de personas- de un pedazo de tierra en la mitad del proyecto de expansión del aeropuerto Heathrow en Londres. El proyecto fue aplazado indefinidamente. En el futuro tendrán que consultar con los dueños del terreno para llevar a cabo cualquier tipo de construcción.


Wednesday, 30 June 2010

El que esté libre de pecado...


En mis viajes suelo toparme con gente que al escuchar que soy colombiana mencionan la coca como una reacción involuntaria o más bien programada por la información a la que han sido expuestos. Yo les hablo de nuestra diversidad cultural, nuestra belleza natural, nuestro café de exportación, nuestra recursividad y remato recordándoles que si aquí en Europa –o en Estados Unidos- consumieran más bananos* o café* que coca, la baja en su demanda reduciría sustancialmente el número de plantaciones ilícitas e incentivaría los cultivos legales en nuestro país.


Para mi, la responsabilidad es compartida. Las aerolíneas incrementan su número de vuelos porque hay pasajeros para llenar sus aviones, los almacenes de ropa aumentan la explotación porque hay consumidores ávidos por prendas baratas, el tráfico ilegal de niños y niñas incrementa porque hay quienes creen que el fin justifica los medios, la extinción de animales marinos aumenta para satisfacer nuestro paladar, la tala de bosques, el desplazamiento de comunidades indígenas, la desaparición de las abejas… todas estas consecuencia sociales y ambientales son producto de nuestra sociedad de consumo porque en un planeta con recursos finitos una economía perpetua (base del capitalismo) está destinada a colapsar.


Nada raro es entonces que compañías como BP estén motivadas a incrementar su producción sin medir sus consecuencias; tienen una demanda que suplir, una demanda que se incrementa exponencialmente con el pasar de los días.


Seremos entonces de alguna manera responsables por el desastre ambiental que azota el Golfo de México desde hace más de dos meses? No están la mayoría de los productos que consumimos (gasolina, jabones, maquillaje, botellas plásticas, empaques, fibras sintéticas, pinturas, etc) hechos de la misma sustancia que ahora cubre las costas de Texas, Louisiana, Misisipi, Alabama y Florida, amenaza los ecosistemas del área e incluso motiva la discusión del uso de una explosión nuclear para detener su derrame? No estamos todos manchados de crudo como lo están cientos de pelícanos, tortugas y delfines? Cómo vamos a limpiarnos?


Dejé pasar 12 horas entre el párrafo anterior y los que siguen. El interrogante me cogió de sorpresa pero sé que cuando nos hacemos una pregunta es porque en algún lugar dentro nuestro tenemos la respuesta. Es como en la vida: sólo cuando estamos preparados nos llegan las pruebas que necesitamos; de manera que a veces lo único que hay que hacer es confiar en nosotros, en el destino, en el karma y estar atentos a las señales del universo.


Entonces, cómo vamos a limpiarnos? Poco a poco pero entre más nos demoremos en empezar, más grande será el impacto. La buena noticia es que muchos ya se pusieron manos a la obra y decidieron no esperar por iniciativas gubernamentales o campañas internacionales que los motivaran. Me refiero a los “pueblos, barrios, comunidades o ciudades en transición (transition towns), un movimiento internacional de personas que, ante el previsible fin del petróleo y la amenaza del cambio climático, han empezado a organizarse en sus municipios y localidades para hacerles frente y ser autosuficientes”. El movimiento empezó hace 5 años y ya hay más de 500 iniciativas oficiales registradas. Cada comunidad diseña, desarrolla e implementa su propio plan según sus necesidades y recursos disponibles, con la retroalimentación y el apoyo de los demás grupos en transición.


Al sur de la India, las Maldivas –una nación constituida por 1200 islas en su mayoría deshabitadas y que su altura máxima no alcanza los dos metros- se dio a la tarea de ser energéticamente sostenible en la próxima década. “Entendemos más que cualquier otra nación que pasará si no hacemos nada o si el resto del mundo no encuentra la imaginación para enfrentar el problema” dijo su presidente. Si un país en desarrollo con 350,000 habitantes tiene el firme propósito de neutralizar su impacto ambiental, que le impide a las grandes potencias hacer lo mismo?


También han nacido movimientos como el de la simplicidad voluntaria que busca de forma consciente no centrarse en la obtención de riqueza asociada directamente con el dinero o el del acrecimiento que se basa en el hecho de que el desarrollo (en términos capitalistas o como hoy en día lo concebimos) no puede ser sostenible. “Está probado que, desde 1980, el ser humano consume al año más recursos, y genera más residuos, de lo que el planeta es capaz de asumir y regenerar. Con lo que desarrollo, esto es, crecimiento, y sostenible, serían dos palabras contrarias, un sinsentido”.

Si ninguna de las personas entrevistadas durante mi estancia en Holanda mencionó su trabajo como fuente de felicidad, entonces para qué trabajamos? Yo diría que para acceder a los productos y servicios que creemos que necesitamos. Si empezamos a cuestionar este impulso, tendencia que iría en contra de todo lo establecido en el sistema económico actual, perderíamos el deseo de vender nuestro tiempo por dinero y empezaríamos a considerar otras opciones. El movimiento Slow (despacio) por ejemplo, propone “tomar el control del tiempo... dando prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo de las personas, encontrando un equilibrio entre la utilización de la tecnología orientada al ahorro del tiempo y tomándose el tiempo necesario para disfrutar de actividades como dar un paseo o compartir una comida con otras personas. Aunque la tecnología puede acelerar el trabajo, así como la producción y distribución de comida y otras actividades humanas, las cosas más importantes de la vida no deberían acelerarse”.


Para quienes les es difícil saber si una práctica es social y ambientalmente sostenible, sólo hace falta preguntarse: si 6’500 millones de personas hicieran lo mismo, cuáles serían las consecuencias?


Cómo sería el mundo si compráramos menos y compartiéramos más? Si pasáramos más tiempo con nuestras familias? Si orientáramos nuestro potencial al apoyo de proyectos comunitarios? Si fomentáramos más nuestro talento para el canto, la carpintería, el arte, la cocina, la literatura, los idiomas, etc.? Si deteniéndose el tiempo, todos estamos disfrutando de las cosas simples de la vida, de esas que no dependen de nuestra capacidad adquisitiva, nuestro patrimonio familiar, nuestra clase social, nuestra herencia genética… si todos aprendiéramos a disfrutar de las cosas simples de la vida habría más amor, más luz y más paz en este mundo.


Como dice Snatam Kaur “the sun shines on everyone, it doesn’t make choices” (el sol brilla para todos, no elige).


Adelante

Calu



Mural en uno de los albergues del Camino de Santiago.

* Fairtrade
(con el sello de comercio justo, de lo contrario sería promover más la explotación)

Thursday, 24 June 2010

Las mejores cosas de la vida


Regresando de Bélgica supimos que habíamos descubierto una forma nueva de viajar y decidimos ponerla a prueba organizando un segundo viaje. Para quienes apenas se enteran, nuestra filosofía consiste en no tener planes; así de sencillo. De esta manera, sin importar lo que suceda o a donde vayamos a parar, el viaje será perfecto porque estamos confiando que el universo nos proveerá con el plan que nos corresponde y nuestra única responsabilidad es la de disfrutar de cada sorpresa en el camino.

Llegamos a Amsterdam (Holanda) en bus desde Londres, el domingo 30 de mayo a la 1:15 am –primer sorpresa- con dos maletas, 12 retos* por completar y un presupuesto de 50 euros cada una. La primera desconocida con la que hablamos nos ofreció un aventón –segunda sorpresa- por la mitad de lo que un taxi nos hubiera cobrado a esa hora y con la pinta de turistas que teníamos. Nuestro contacto nos esperaba desde las 10.30pm del sábado y sin embargo aun conservaba una sonrisa de bienvenida. A J lo habíamos conocido en Bélgica a través de una amiga y desde el principio nos ofreció alojamiento si algún día estábamos en el área. Había quedado de verse con un par de amigas que había conocido la semana anterior. Al final los 5 fuimos a parar a un bosque encantado, cerca de Bloemendaal). Nuestra siguiente parada era Utrecht porque a través de couchsurfing nos habían ofrecido alojamiento. Para nuestra sorpresa -la tercera- las amigas de J vivían en Utrecht y también nos abrieron las puertas de su casa al enterarse de nuestra filosofía de viaje y de los retos a llevar a cabo. La noche antes de partir J nos invitó a paseo en bote y recorrimos los canales haciendo nuestra versión feliz del Titanic. Al despedirnos, nos dio las llaves de su apartamento por si algo salía mal tuviéramos a donde llegar. Que tal, ah?


Al día siguiente, caminamos una hora y media hacia las “afueras” y nos pasamos dos horas esperando a que alguien nos diera un aventón a Utrecht. Dos marroquíes, fumando marihuana (algo legal en Amsterdam) y dándoselas de aventureros se ofrecieron en llevarnos. Dejaron el tono de chicos malos al enterarse de que éramos colombianas y teníamos “conexiones” (nuestros familiares, amigos y vecinos pero shhh). El resto del viaje se la pasaron hablando de Escobar, el héroe que ayudaba a los pobres. Nosotras escuchábamos a medias porque íbamos con las ventanas abajo para evitar llegar a nuestro destino más alegres de lo normal (por el humo). Nos dejaron en la estación central y siguieron su camino a una reunión familiar. Las primeras dos noches las pasamos con couchsurfers y luego fuimos a parar donde las amigas de J. Ese día tenían planeado ayudar a alguien con una escenografía para un festival. Sin ningún plan que desbaratar nos ofrecimos como voluntarias y terminamos conociéndolas más mientras colaborábamos pintando piezas de madera. La noche antes de partir instalaron un proyector y nos dejaron en casa viendo “Everything is iluminated” (una película con el actor que hizo de Frodo en el Seños de los Anillos).


Para echar dedo (pedir un aventón) hay que despojarse de ciertos condicionamientos mentales. No todos los que están pidiendo un aventón son pobres, ladrones o presos recién escapados. No todos los que recogen personas en la carretera pertenecen a una red de trata de blancas, tienen dobles intenciones o van a llevarnos en dirección opuesta. Mi temor más grande siempre ha sido el de creer que nadie nos va a recoger pero el universo se encarga, una y otra vez, de demostrarme lo contrario.


- “Y ahora hacia dónde?”

- “No pues ni idea”

- “A mi me gusta el queso Gouda. Por qué no vamos a Gouda?”

- “Listo, escribamos Gouda en el letrero”


Una pareja Siria-Iraní nos recogió y nos dejó en la mitad del camino. Wourden nos gustó tanto que decidimos quedarnos. Para nuestra sorpresa –otra- había un acampadero al que fuimos dispuestas a negociar el precio.


- “Cuánto nos vale quedarnos una noche?”

- “Son 15 euros”

- “Sólo tenemos 10”

- “Son 15 euros”

- “Sólo tenemos 10”

- “Si yo fuera al supermercado a comprar verduras y me faltaran 5 centavos no me permitirían partir con las verduras”

- “Tal vez es porque usted nunca ha preguntado. Gracias”


El universo estaba retando nuestra creatividad. Nos sentamos en una banca como a 50 metros de la entrada a comer algo mientras esperábamos por una “señal”. El cielo estaba claro y hasta donde sabíamos, no era ilegal dormir en un parque (es ilegal acampar pero en ninguna parte dice que dormir sin carpa lo sea). A los 40 minutos el administrador salió para invitarnos a entrar.


A la mañana siguiente, un suizo nos dejó a las afueras de Gouda y una holandesa nos llevó hasta el centro. Mientras almorzábamos debatíamos si las amigas de J contaban como desconocidas porque nuestro reto número 11 consistía en conseguir alojamiento de un extraño. Concluimos que no y que ese día íbamos a intentarlo. La lluvia nos llevó a refugiarnos debajo del ayuntamiento. Una mujer que pasó reconoció los colores de la bandera colombiana en la maleta de Sonia y nos puso conversa. Recién había salido del culto cristiano junto con sus amigas – todas latinas y, aunque siempre se dispersaban por sus compromisos familiares, hoy se encontraban juntas. Una hora y media después estábamos todas en su casa cenando con su familia y con un lugar donde pasar la noche. Al día siguiente se ofreció en acompañarnos al centro, nos llevó almuerzo, nos tomó fotos y hasta nos gastó “oblea” holandesa. Esa noche cocinamos nosotras en agradecimiento por las atenciones recibidas.


Dos días después madrugamos a encontrarnos con Arjan, un couchsurfer de Gouda que ofreció hospedarnos y llevarnos a Rotterdam, ciudad en la que trabaja. Arjan, además de fotógrafo profesional (ha salido en la National Geographic) trabaja para IBM diseñando los programas que controlan el flujo marítimo en el puerto. Ni sus premios, ni su sueldo, ni su mansión le impedían conectarse con nosotras. Pidió permiso en el trabajo para llegar tarde al día siguiente y nos invitó a desayunar.


Nuestra nueva filosofía de viaje incluye formas creativas de acercarnos a la gente. Familiares, amigos y conocidos participaron sugiriéndonos retos para llevar a cabo durante nuestro recorrido. Uno de éstos consistía en preguntarle a la gente algo personal, de manera que me puse un letrero en la espalda con la pregunta “What makes you happy?” (Qué te hace feliz?). Recibimos cantidad de reacciones espontáneas desde los jóvenes que nos gritaban “plata”, “sexo”, “drogas”, pasando por el “you make me happy” (tú me haces feliz) o “chocolate”, “mi pareja”, “los rayos del sol”, hasta las personas de edad que nos compartían como eran felices con las cosas simples de la vida.




Mirando una vitrina de productos chinos un hombre se me acercó después de leer el letrero y me preguntó si aquello que estaba viendo me hacía feliz. Yo le dije que no, que por el contrario, me daba tristeza saber que habían seres humanos siendo explotados a miles de kilómetros de distancia para que nosotros aquí (en Europa) tuviéramos la oportunidad de satisfacer con plástico y metal nuestros caprichos. “Pero si la explotación es una consecuencia inevitable del progreso” dijo, “entonces yo no quiero este tipo de progreso” respondí… y así nos enfrascamos en un debate que duró mas de media hora.

- “Su prédica está incompleta si no menciona la sobrepoblación”
- “Yo no estoy predicando, fue usted el que se me acercó, pero de todas maneras explíqueme lo de la sobrepoblación”
- “Usted dice que el planeta no puede producir lo que en estos momentos necesitamos para sobrevivir, pero el problema no es la producción, el problema es el número de habitantes”

- “Comparto su idea, pero yo no puedo hacer nada al respecto además de optar por no tener hijos e incentivar a las personas a que no los tengan o a que adopten”

- “Yo soy un ingeniero holandés y he tenido que viajar mucho por la naturaleza de mi trabajo. En uno de mis proyectos me encontraba en África. Al igual que usted, también tenía la idea de que mi ayuda era necesaria hasta que conocí a un médico negro africano que me preguntó: sabe qué ha sido lo peor que occidente le ha aportado a Africa? – usted que cree?” me preguntó a mi.

- “No sé, la idea de progreso que hace que la explotación sea una consecuencia inevitable?”

- “No, el médico me dijo que lo peor que occidente le había aportado a África era su sistema de salud”.

- “Cómo?”

Me pareció haber entendido mal porque siempre he considerado el acceso a un sistema de salud como un derecho fundamental.

- “El sistema de salud? Y por qué?” pregunté.

El hombre me explicó en sus propias palabras lo que el médico le había dicho.

- “Hace 30 años una mujer tenía, en el transcurso de su vida, 20 hijos de los cuales sobrevivía 1. Hoy en día, con la implementación del sistema de salud, es probable que esos 20 hijos sobrevivan en condiciones terribles, infrahumanas, deplorables… ahora multiplique y compare la población actual con la de hace 30 años. Por eso necesitamos educar a las mujeres sobre su responsabilidad”.

- “Y a los hombres” agregué.

- “Y a los hombres”.

- “Hasta que este tema no sea debatido, no habrá iniciativa capaz de detener el acelerado incremento en la necesidad de los recursos del planeta. Pero la iglesia es el principal oponente para este diálogo”.

- “Si, como dice mi padre, la iglesia defiende a capa y espada las vidas de los seres que no han nacido pero se hace la de la vista gorda con aquellos que ya nacieron pero están muriendo de hambre y de sed….”

En fin, me dejó pensando en la manera como opinamos e intervenimos en otras culturas sin tener en cuenta las consecuencias de nuestra “bondad”. Al mismo tiempo que yo debatía sobre cambio climático y justicia social con este hombre, una musulmana de Somalia se le había acercado a Sonia interesada en nuestros sombreros volteados. Cuando el señor partió, me uní a la conversación que fue igual o más reveladora que la anterior. Estábamos escuchando a una musulmana hablando de amor, individualidad, libertad, sostenibilidad y criticando a quienes trataban de imponerle su interpretación del Corán.

“Yo no escribí el Corán… hay algunas cosas con las que no estoy de acuerdo pero existen muchas con las que si… los terroristas no ponen bombas por ser musulmanes, ponen bombas porque son malos… (nunca hemos llegado a conclusión de que los americanos, cristianos o heterosexuales son terroristas a pesar de que americanos, cristianos y heterosexuales hayan cometido infinidad de crímenes – esto lo estoy agregando yo mientras escribo)… Arabia Saudita tiene su propia agenda que va en detrimento de lo que yo creo... Yo dejé mi trabajo en una guardería porque me prohibían abrazar a los niños. Que clase de trabajo es ese en donde las expresiones de afecto son controladas… me dí cuenta que ese trabajo no me hacía feliz… ahora siembro vegetales en mi jardín y recolecto las semillas para enviarlas a Somalia. Tengo una organización sin ánimo de lucro. La gente desconoce lo mucho que se puede hacer. Con 1 euro, tan sólo 1 euro se le puede dar de almorzar a una familia”.

Nosotras íbamos con el dinero contado pero algo en su voz nos convenció de que nosotras teníamos algo que le pertenecía. Antes de partir le regalamos una tarjeta de Louise hay con afirmaciones positivas.


- “Ustedes pueden ver el aura?” nos preguntó.

- “No, nosotras sólo podemos ver que eres una mujer hermosa capaz de acercarte a dos desconocidas y regalarnos 1 hora de tu tiempo. Podemos ver que no tienes afán, que sabes que te hace feliz y eso es precisamente lo que le estamos preguntando a la gente”.

- “Pero, por qué lo hacen? Qué las inspira?”

- “Porque nos encanta encontrarnos con gente como tú, seres como tú nos inspiran”.

Buscó entre sus pertenencias algo para darnos y nos obsequió una manzana. Seguimos nuestro camino rumbo al templo hindú sabiendo que el propósito de nuestra visita ya se había cumplido. Efectivamente el templo estaba cerrado.


Después de 10 días de caminar –en las ciudades no cogimos ni un solo medio de transporte- decidimos que era tiempo de regresar a Amsterdam. Allí visitamos el templo Krishna y el Budista, coleccionamos sonrisas, entrevistamos gente, vimos las prostitutas por casualidad y nos dimos cuenta de que nos quedaban 5 euros a cada una (el última día sólo teníamos 20 centavos que no nos alcanzaban ni para ir al baño).




Se aproximaba el fin de semana y con éste la oportunidad de pedalear desnudas por el centro junto con el movimiento WNBR (World Naked Bike Ride) para celebrar nuestros cuerpos, generar conciencia sobre la cultura del petróleo, promover el transporte sostenible e invitar a la gente a usar más la bicicleta. Contactamos a los organizadores para ver si tenían bicicletas de sobra y para nuestra sorpresa –la penúltima- se ofrecieron en alquilarlas para nosotras. Nos reunimos el sábado 12 de junio al mediodía en un parque para prepararnos. Una hora más tarde ya estábamos pintadas y listas para salir. Un colombiano reconoció la bandera –porque no llevábamos nada más puesto- y nos invitó a cenar esa noche a su casa –un remate excelente. Partimos asistidos por la policía que desapareció apenas llegamos al centro. Entre pitos, entrevistas, sonrisas, caras de asombro, medios de prensa y televisión y aplausos transcurrió la hora y media que nos tardamos en llegar al final en donde intercambiamos correos electrónicos con gente a medio vestir. Las bicicletas nos sirvieron para ir a dejar las llaves prestadas, recoger las maletas e ir a la estación de donde partía nuestro bus de regreso a Londres. El colombiano vivía a un par de cuadras y con él compartimos nuestras últimas 3 horas enterándonos de los proyectos sociales que está llevando a cabo en Pradera, Valle.






Como dice Walter Riso, “las mejores cosas de la vida suelen ocurrir cuando no esperamos nada”.


Relájate, no te preocupes, todo va a salir bien.


Adelante,

Calu


PS. - “Si no vinieron a ver las putas ni a probar droga, entonces a qué vinieron a Holanda?”

- “Vinimos a conocer a la gente y a saber qué los hace felices”.


* Bailar, cantar y meditar en público, coleccionar sonrisas, visitar 3 centros religiosos/espirituales, conseguir una comida o un corte de cabello gratis, aprender algunas palabras o frases en holandés y usarlas, dibujar 5 retratos, decirle cosas bonitas a desconocidos, abrazar a 50 personas, lograr alojamiento de un extraño y preguntar algo personal.

Friday, 18 June 2010

What makes me happy?


A €30 return bus ticket to Amsterdam, 10 hours snuggling, a shared taxi ride with a stranger at 1.45am, a smiling and welcoming face at 2am, a healthy breakfast with amaranth muesli, a smile collection competition, unprompted people answering our question, an afternoon trip to wonderland (an enchanted forest near Bloemendaal), an old man smile that I understand, walking blindfolded through the woods, the smell of rain, a rescued melon, a spontaneous boat trip around the city centre, the cheapest coffee ever, being recognised by a Colombian and sharing with her 30 seconds of latin joy (including singing and dancing), keys to a flat in case anything went wrong, a meditation session, loving eyes that seem to be able to look through, two smoked Moroccans dropping us at Utrecht’s central station, Sonia’s belief that everything is going to be alright, a room in an attic, free museum day –well timed, mifi (the original Hello Kitty), a homemade smoothie, a painting session, realising the paint wasn’t water based, a home cinema, friends of friends, giving a massage to a stranger, a bar at home, a talk about love and relationships, chocolate and cheese samples, a lift from a Syrian-Iran couple to Wourden’s station, a real dutch town, a negotiated stay at a camping site, a lift to Gouda, another lift to Gauda’s city centre, being photographed by tourists, Dutch huge carrots, Gouda’s market, half an hour chats, being adopted by a Latin Christian community, a meal with strangers, a place to stay, a friendly city tour guide who even volunteered her photography skills, lentils-rice-and-salad for 10, trying to say nice things in Dutch, an unexpected email from a host-to-be, a drive to Rotterdam, a 45 minute chat on climate change with a passer-by, an hour chat about God, life and love with a Muslim woman from Somalia, being invited to aloe vera drinks by a Colombian, politically tinted waffles, 30 people at the couch surfing meeting in Rotterdam, drawing portraits of strangers, positive people who think that hitchhikers are picked quicker when it’s raining, a breakfast that includes a drawing interpretation, being allowed to make funny faces while photographed, a rainy morning, 45 minutes waiting for a car to stop, a father of two in the messiest car ever giving us a lift to Utrecht, the other face of Morocco dropping us at north Amsterdam, a free trip by boat to cross the river, meeting my cousin, vegetarian chicken-free pieces, peanut butter, food at the Krishna temple, sweets at the Buddhist temple, knowing that we only had €5 left, speculoos pasta, chocolate topping for toasts (a Dutch thing), ice cream with our last €2, reading digital fortress until 2.30am, meeting the strangers that paid €15 to rent bikes for us to join Amsterdam’s Naked Bike Ride, having only 10c for a 50c toilet, painting naked bodies, giving interviews, cycling through the city centre waving to innocent bystanders, a Colombian guy inviting us home for dinner while wearing nothing but a backpack, exchanging emails with half dressed people, cycling clothed to Amstel station on rented bikes with all our luggage, the same guy mentioned before picking us up at the station with his “lady friend”, knowing that some Colombians are developing projects in our home country, salpicón (Dutch style), Turkish delights, national express’ punctuality, the Eurotunnel, Victoria station, Norbury station, apples, the 109 bus, home… being home after two weeks, 12 challenges, a €50 budget each, hay fever, two lost water bottles and a bag full of really nice experiences.



I am beginning to believe that circumstances, people or things can only make us happier as happiness is an intrinsic human value.

We are grateful to all the people who joined us in one way or another, accidentally or deliberately, approaching us or ignoring us.



Having no plans makes every trip a perfect trip.

“Relax, don't worry, everything is going to be alright”.

Adelante,
Calu


Monday, 17 May 2010

La ducha*


Pablo regresó a casa malhumorado después de un largo día de trabajo. Su jefe le había asignado un par de tareas extras sin haberle consultado previamente. La fotocopiadora de su piso estaba en mantenimiento y tuvo que bajar por lo menos cuatro veces a recoger unas copias. Una de las recepcionistas se había tenido que ir durante la mañana de manera que su teléfono, ubicado a unos tres escritorios del de Pablo, sonaba varias veces antes de transferir la llamada a la contestadora automática. Por cuestión de presupuesto Recursos Humanos había cambiado su marca de café preferida por una que no sabía igual. No pudo encontrar en su memoria portátil la carta que había empezado a escribir la noche anterior para adelantar trabajo. De regreso a casa perdió el primer tren y no encontró donde sentarse en el segundo. Una pareja de recién casados que iban de pie a su lado se embarcaron en su primera discusión y para acabar de completar la máquina de la estación no reconocía su tiquete por lo que tuvo que esperar unos segundos al personal encargado para poder salir de la estación. A pesar de ser primavera, el viento soplaba frío y justo ese día había dejado su bufanda en casa. Después de un día que a Pablo le pareció más bien como la anticipación del infierno, finalmente llegó a casa. Prendió su equipo de sonido para escuchar su cd de mantras relajantes y puso a hervir agua para tomarse un té de valeriana. Abrió la llave de la ducha como solía hacerlo cada noche. El agua siempre tardaba unos minutos en calentarse por lo que empezó a sortear unos papeles que tenía sobre la mesa del comedor.

Mientras tanto un niño moría de una enfermedad causada por la falta de abastecimiento de agua potable; una mujer empezaba su recorrido diario de 10 kilómetros para recoger agua de un pozo contaminado; un hombre decidía si repartir su último litro de agua turbia entre sus animales o su huerta; una anciana lloraba porque su tinaja de agua tenía una grieta por donde se le escurría su tesoro más preciado; una niña hacía fila para usar el único baño público del pueblo; un adolescente se daba su baño semanal después de esperar por 4 horas su turno; una madre era trasladada de urgencia en una ambulancia improvisada porque se encontraba deshidratada y no podía amamantar a su bebé recién nacido; un pastor tenía que caminar 1 día más con su rebaño porque el lago al que se dirigían se había secado; un niño era golpeado por su hermano mayor por haber dejado caer un vaso con agua; una niña lloraba del dolor que le producían los mil parásitos que tenía en su estómago por no tener como lavarse las manos antes de comer; una población sacrificaba una de sus vacas para ofrendarla a los dioses mientras suplicaba que le devolvieran el agua a la quebrada; una madre acudía al médico porque su niño sufría de diarrea a causa del consumo de agua mal tratada; un hombre trabajada horas extras para poder pagar por un litro más de agua para su familia; una cabra desnutrida moría de sed; unos jóvenes robaban gallinas para cambiarlas en el mercado por una botella de agua; una señora prendía una vela por los 3'575 millones de personas que mueren cada año por falta de acceso a agua descontaminada; un grupo de ancianos se reunía alrededor del fuego para implorarle al cielo un poco de lluvia; un padre lloraba, por segunda vez en un año, la muerte de uno de sus hijos por deshidratación; una mujer se levantaba antes del amanecer para caminar en la oscuridad y llegar a las vías del ferrocarril para ir al baño a la intemperie, a sabiendas de que podía ser agredida.


Las ventanas de su apartamento empezaban a empañarse con el vapor que salía del baño indicándole que el agua estaba a la temperatura deseada. Después de 3 minutos, 47 segundos, 30 litros y unos vidrios empañados, Pablo se metió a la ducha.



* Inspirada en la “Hoja informativa sobre el agua” de la campaña “El agua como fuente de vida” de las Naciones Unidas.

Wednesday, 28 April 2010

¿Qué haremos hoy?

Bélgica no sólo me dejó vínculos profundos y recuerdos hermosos sino un cuento en inglés de 7 hojas que se escribió a si mismo un día después de llegar. Los personajes fueron apareciendo uno por uno y con ellos sus historias y con sus historias sus secretos, sus sueños, sus esperanzas y su respuesta a mi pregunta: Qué harían si les quedaran 24 horas de vida?.

Tengo más de 100 archivos de audio con las respuestas que me dieron transeúntes, anfitriones, polacos, españoles, belgas, ciclistas, católicos, ingenieros, turistas, abuelos y todo el que se nos cruzó en el camino con cara de no-me-asusta-la-gente-que-se-me-acerca-a-preguntarme-algo. De sus palabras aprendí mucho; también de su silencio, del tiempo que se tomaban para imaginarse que sería de sus vidas si les quedaran 24 horas, de sus caras de alegría o tristeza, de su risa nerviosa o de sus lágrimas, de sus “cuando yo era joven creía que muchas cosas eran posibles” o sus “me pondría en contacto con algunas personas a las que no les he dicho lo que siento”; incluso de la joven que salió corriendo y se metió en un restaurante por si la íbamos a seguir para hacerle algo. Sin embargo creo que todos me sorprendieron al ser tan abiertos, tan sinceros y tan receptivos con una desconocida.


Todos necesitamos quien nos escuche, todos buscamos lazos profundos, todos queremos acercarnos un poquito más pero nos guardamos las ganas de saludar, de sonreír, de ser amables con un desconocido. “Deja que otros digan ‘no’ porque lo mejor que puede pasar es que digan que ‘si’” leí por ahí.

Bélgica me recordó que lo natural es hablarnos, es confiar, es creer en las buenas intenciones del otro, es escuchar más esa voz interior que habla desde el corazón. Y en esto creen casi 2 millones de personas regadas por el mundo que abren las puertas de sus hogares para hospedar viajeros (o “couchsurfers” como solemos llamarnos gracias al portal couchsurfing.com). CouchSurfing es una red internacional sin ánimo de lucro que conecta viajeros con personas de 230 países y territorios. Desde el 2004 sus miembros utilizan esta plataforma para crear intercambios culturales, amistades y experiencias de aprendizaje. Junto con Sonia nos hemos quedado en más de 20 casas de personas que se atrevieron a decir “si”, que confiaron en nosotras y nos abrieron las puertas no sólo de sus hogares sino algunas veces hasta de sus vidas.

Al igual que redes internacionales para alojamiento existen coros virtuales, una orquesta sinfónica colaborativa, economías de intercambio de servicios, grupos para viajar acompañados; incluso el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático ha producido reportes con la participación de más de 2500 expertos.

Internet se ha convertido en una herramienta para darnos cuenta de la cantidad de iniciativas y proyectos que se están llevando a cabo alrededor del mundo y así poder participar de alguna manera. Cuando BP (British Petroleum) está considerando en invertir en Alberta Tar Sands en Canadá y contribuir a uno de los peores desastres ambientales, activistas en todo el mundo están protestando en frente de embajadas canadienses y bloqueando oficinas de BP; cuando en Suiza Nestlé se está reuniendo para informar a sus inversionistas sobre las ganancias del año, hombres y mujeres se descuelgan del techo del recinto con pancartas sobre el impacto de la extracción del aceite de palma, ingrediente activo de los productos de Nestlé. También hay campañas para concientizar a la población sobre el impacto que tienen empresas como CocaCola en Colombia. En Europa este producto tiene muy mala reputación y está asociado con extorsión, asesinatos, secuestros y torturas y por tal, un gran segmento de gente he optado por no apoyar su distribución y consumo. Cuando en Honduras una empresa fue cerrada porque sus 1200 trabajadores intentaron organizarse para pedir un trato y salario justo, sindicatos de estudiantes estadounidenses persuadieron a las compañías de su país a suspender relaciones hasta que los trabajadores fueran indemnizados y contratados nuevamente en condiciones justas. La presión la ejercieron en miles de ciudades bloqueando almacenes, interrumpiendo reuniones, educando al público, usando su poder como consumidores, el poder que tenemos todos pero del cual poco somos conscientes.

Cada compra apoya una causa, cada una de nuestras decisiones genera un impacto. El conocido refrán “lo barato sale caro” lo comprueban las millones
de personas al otro lado del mundo que están trabajando en condiciones infrahumanas para producir lo que nosotros vamos a considerar barato. Hay cada vez un mayor número de personas que no sólo entiende esa conexión sino que la siente. Los bananos colombianos o los mangos hindúes pierden su sabor cuando están manchados de injusticia; el chocolate de Ghana o el algodón de Uzbekistán dejan de ser un placer cuando hay esclavitud infantil de por medio; la carne de Brasil o de China empieza a sabe amarga cuando viene de animales que no han visto la luz del sol.

Muchos hemos sido tentados por la idea de ir a voluntarear al África porque allí si vamos a dejar huella sin darnos cuenta que todos los días somos voluntarios a través de nuestras acciones, de los productos que escogemos, de los sistemas de transporte que usamos, de la basura que evitamos generar, del segundo o tercer uso que le damos a las cosas.

Ni la economía nacional ni nuestra felicidad se van a ver amenazadas si consumimos menos. Me atrevo a decir que quien minimiza su consumo se da cuenta que no necesita trabajar tanto y puede invertir su tiempo en las actividades que disfruta o en sus proyectos personales que en la mayoría de los casos no van a hacernos millonarios económicamente hablando pero si van a hacernos seres humanos más humanos, más completos, más satisfechos.

Hasta aquí les comparto porque me esperan una bicicleta rescatada que necesita arreglo y un pedazo de tierra que aguarda paciente por los vegetales que empecé a cultivar.

Y me despido con una frase de los dibujos animados Pinkie y Cerebro: “¿Qué haremos hoy? Tratar de conquistar al mundo” (ja, ja, ja, carcajadas malévolas).


Adelant
e,
Calu






Monday, 26 April 2010

La profecía*

Rapunzel regresó desconcertada de la sesión con la síquica. Su futuro se veía poco prometedor; a sus 25 años quedaría atrapada en la azotea de un bloque de apartamentos hasta que llegase un hombre recién graduado a salvarla. "No puede ser! Tengo tantos planes… esa mujer es una embustera" pensó Rapunzel. Sin embargo evitó entrar a edificios hasta que un buen día Sofía, su mejor amiga, la invitó a su fiesta de cumpleaños. Todos los del semestre iban a estar allí, incluyendo Miguel, un muchacho por el que Rapunzel sentía pinchazos en el estómago. De la emoción olvidó la profecía y fué la primera en llegar. Necesitó de un par de tragos para sacar el valor de acercársele y sugerirle que fueran a la azotea para ver las estrellas.

Cuando Rapunzel despertó se encontraba sola, sin celular y sin llaves. Es ese momento recordó la predicción y decidió esperar a que llegara el profesional que habría de rescatarla. Nunca pasó hambre porque su hada madrina (que aparece hasta este momento sólo para solucionar lo de la alimentación) se encargaba de dejarle una canasta con comida para la semana. Su cabello empezó a crecer rapidísimo y al cabo de un mes ya llegaba a los 50 metros. Esto la ilusionó muchísimo porque su hombre podría valerse de su cabellera para subir a rescatarla pero sin internet y sin celular, a Rapunzel empezó a colmársele la paciencia. Cuantos mensajes acumulados en su buzón de correo! Cuantas actualizaciones de perfil de las que se estaba perdiendo! Cuantos eventos a los que no podía confirmar su asistencia!

A la mañana siguiente, cuando vió que a su hada madrina se le había olvidado incluir el tofu, se le colmó la copa. Amarró el extremo de su cabello a una baranda y con el resto se hizo un arnés como el que había aprendido en un curso de escalada cuando era adolescente. Descendió por la pared del edificio para sorpresa de turistas y habitantes del sector que no dejaban de tomarle fotos. Una vez abajo, se despidió de su cabello cortándoselo como siempre lo había querido, mochito.

Los que presenciaron la escena, vieron como Rapunzel tomó un taxi y se perdió en el horizonte. Meses después llegó el rumor de que había abierto un centro de capacitación para mujeres que se cansan de llevar el cabello largo. De las azoteas de muchos edificios empezaron a bajar miles de mujeres que se inscribieron en su primer seminario.

Ya te llegó la invitación?

* Inspirada en Rapunzel, una fábula alemana parte de una colección
publicada por primera vez en 1812 por los Hermanos Grimm.

Saturday, 10 April 2010

Nada salió como lo habíamos planeado...



Acabamos de regresar de Bélgica que más bien parecía uno de los mundos de Tolkien por la cantidad de momentos mágicos que pudimos experimentar. Por primera vez dejamos atrás nuestras bicicletas, nuestra independencia, nuestro sentido de seguridad, nuestros planes y partimos con el deseo de crear lazos.

En el camino conocimos a un hada confrontada por Saturno, un hombre cálido con poder en sus manos, unos peregrinos que encontraban libertad en el cielo, un hombre callado que podía escuchar sonidos en el silencio, una madre que disfrutaba de su presente, un muchacho que celebraba la vida a través de rituales de muerte, una mujer mayor que nos permitió ser el reflejo de su yo más joven y recordó su fortaleza interior, una mujer hermosa que bailaba como un cisne, un hombre de mente abierta que se encontraba en paz con su energía femenina, un ser buscando un orgasmo que apagara las luces de la ciudad, un hombre tierno que estaba más cerca a si mismo de lo que parecía, un peregrino que trabajaba con la muerte sin temor, una mujer bellísima con un alma abierta, un gato que recibía amor sin apegarse, una mujer extraordinaria que abrió para nosotras las puertas de su corazón, un hombre sincero que no temía compartir su camino con dos desconocidas, una mujer increíble con la que nos conectamos meditando, una pareja que nos compartió fotos a lo Adán y Eva sin ruborizarse, una familia que nos trató como un integrante más recordándonos que la generosidad no tiene límites, una mujer que nos ofreció un aventón y galletas, un entrenador de Uzbekistán que no hablaba inglés ni español pero que nos dejó en la puerta de la estación. Gente que nos sorprendió porque entendieron lo que buscábamos; gente que nos permitió participar en sus vidas y de la cual nos despedimos como amigos de toda la vida. Por primera vez sentí que a veces los abrazos y las palabras se quedan cortos para expresar el agradecimiento.



A todos les hice la misma pregunta: Qué harían si les quedaran 24 horas de vida?. Con sus respuestas me dí cuenta que la vida es una celebración del presente que usualmente está lleno de cosas sencillas, las cosas que muchos queremos hacer si nos quedaran 24 horas. Yo no quiero tener nada pendiente; que no me falten palabras por decir, gente por llamar, amores por vivir, cartas por escribir. Desde que llegué he tratado de ponerme al día y los invito a preguntarse lo mismo porque de alguna manera todos tenemos 24 horas o una semana o un par de horas. La felicidad no está a la vuelta de la esquina esperando a que cambiemos de trabajo, obtengamos un aumento, cambiemos de carrera, encontremos nuestra otra mitad o le digamos adiós a nuestra media naranja que terminó siendo nuestro medio limón. Yo creo que la felicidad está a nuestro lado riéndose y que hay que afinar el oído para escuchar sus carcajadas.



“Nada salió como lo habíamos planeado porque nunca planeamos nada, por eso todo salió perfecto” fue nuestra conclusión. Seguimos los planes del universo y para esto sólo tuvimos que prestar atención a sus señales. Íbamos preparadas para acampar y echar dedo pero la vida tenía planes diferentes y los aceptamos sin resistencia. A la final terminamos conectadas con seres maravillosos bajo circunstancias sorprendentemente sincronizadas.



Nuestra intención era visitar a una pareja de peregrinos que habíamos conocido el año pasado en el Camino a Santiago de Compostela y a una activista ambiental con la que habíamos mantenido contacto esporádico por internet. Con el pasar de los días más puertas se abrieron y de la nada –como por arte de magia- recibimos un aventón a Amberes, un paseo a Brujas, una invitación a un templo Hindú, la oportunidad de rescatar comida, muchos lugares donde quedarnos, una razón para bailar, chocolates para traer a casa, helado gratis, música para el alma, etc.



Una aventura más ha terminado. Regresamos a casa sin muchas fotos de iglesias, edificios o piezas de arte pero trajimos algo más valioso: vínculos indestructibles y la confirmación de que las fronteras y las distancias son una ilusión.

Adelante

Calu


Probando un vegetal extremadamente amargo originario de Bélgica.

Tuesday, 23 March 2010

Mi regalo de cumpleaños

Yo si venía pidiéndole al universo una bicicleta desde hace algún tiempo pero nunca me imaginé que la recibiría de cumpleaños ni mucho menos que incluyera la oportunidad de aprender a repararla. Mi bicicleta “nueva” se encontraba abandonada, triste y oxidada esperándome en la entrada de un callejón. Cuando la vi me di cuenta que mi deseo había sido concedido: el marco que quería y la altura perfecta -todo lo demás necesita una mano.



Y es que los regalos no siempre llegan con bombos y platillos o anunciados a todo pulmón por el mensajero de turno. A veces vienen ocultos entre situaciones dolorosas, teñidos de sacrificio o de incertidumbre; otras veces llegan en momentos a simple vista “inoportunos” e incluso a veces los tenemos que salir a buscar. Y
como no les vemos forma de regalo (en caja con moño y tarjeta), se nos olvida que los habíamos estado pidiendo consciente o inconscientemente. A veces llegan en forma de libro, de recuerdo, de poema, de encuentro, de foto, de trancón, de pérdida, de nacimiento, de silencio, de despedida, de ritual. Llegan durante un sueño, una entrevista, una canción, una discusión, un atardecer, una visita… pero nosotros nos ocupamos lo suficiente para dejarlos pasar de largo. Nos empeñamos en prestarle más atención al pasado y al futuro y perdemos de vista la abundancia con la que nos colma la vida. Perdemos oportunidades de reírnos de nosotros mismos, de amar, de hacer el ridículo, de disfrazarnos, de declararnos, de sorprendernos, de bailar y de cantar aunque ni bailemos ni cantemos. Cargamos con pesos que ya no deseamos pero a los que nos hemos acostumbrado. Nos la pasamos pisando seguro por temor al temor mismo sin darnos cuenta que lo que nos asusta es nuestra propia sombra.

Pero afortunadamente la vida es generosa y día tras día nos da la oportunidad de reconocer sus regalos que a veces llegan para ser compartidos o a través de un mensajero inesperado como el homeless (sin hogar) que me ofreció una galleta de chocolate a cambio de unos de los racimos de bananos que estaba rescatando (no de las fauces de un dragón sino del basurero de un supermercado). Este hombre, que sólo poseía lo que llevaba en su morral me ofrecía algo suyo a cambio de lo que ni siquiera era oficialmente mío. Le acepté la galleta, me ayudó a montar la caja de frutas rescatadas (bananos, uvas, manzanas, naranjas, ciruelas) en mi bici y se despidió con una sonrisa de oreja a oreja deseándome suerte.



Misión rescate 1


Misión rescate 2


Ese es el tipo de gente que mencioné en mi entrada anterior, gente que comparte hasta lo que no le sobra. Llegué a casa feliz con un botín de comida rescatada y el recuerdo de una sonrisa sincera para toparme con más gente maravillosa. Myriam y Nunila nos tienen un regalito -para aquellas cenicientas que no queremos comer perdices- con un final feliz que no depende de besar sapos, ni de príncipes de alto turmequé, ni de noches de gala perdiendo zapatos, ni de pajaritos que ayudan a hacer los deberes domésticos. Lo pueden descargar aquí (los cenicientos también pueden echarle una miradita para ver si balanceamos un tris nuestro inconsciente colectivo masculino).

Adelante,
Calu

PD1. El sábado salimos para Bélgica a intentar hacernos entender con señas porque para donde vamos sólo hablan francés, holandés y “flemish”. Ya les compartiré mis aventuras que incluirán aventones –no de bruces sino en carro-, rescatadas de comida y acampada libre –sin permiso y sin que nos vean.


PD2. Haber empezado un blog me ha dado la sensación de que hay cientos de lectores ávidos esperando mi próxima entrada y esto me ha motivado a seguir escribiendo, de manera que sería muy inspirador saber si hay algún humano leyendo estas líneas –seres de otro planeta favor abstenerse a dejar sus comentarios porque muy seguramente no los vamos a entender.


Uno de los postres que hice con la fruta rescatada

Tuesday, 16 March 2010

En busca de la felicidad (capitalista)

Si trabajas duro, te esfuerzas, sonríes bastante, eres emprendedor y soñador y te consigues una pasantía como corredor de bolsa, serás feliz porque es probable que, como el protagonista de la película “en busca de la felicidad” (the pursuit of happyness), termines siendo un multimillonario.

Que mensaje tan desalentador en tiempos de crisis económica. Mientras muchos estamos promoviendo una vida más sencilla, consumiendo menos y compartiendo más tiempo con los seres que amamos, “Hollywood” y los medios siguen vendiendo la idea equivocada. Y es que hacer plata no es perjudicial –dependiendo de cómo se haga claro- pero creer que ésta nos va a garantizar un trozo de la tan deseada pero a la vez esquiva felicidad, es negar siglos de sabiduría. Unos tras otros, filósofos, reyes, sabios, emperadores, economistas, presidentes, religiosos nos han recordado que la felicidad no está afuera; “busca en tu interior”, “mira dentro de ti”, “el reflejo en el espejo es tu maestro”, “la felicidad está en el corazón del hombre” nos dicen.


Pero contemplar un espejo o sentarse a meditar no genera ni un peso para quienes quieren hacernos creer que las economías nacionales dependen de la participación constante y abnegada de sus ciudadanos, en otras palabras, que los ricos no podrían ser más ricos si el resto no se desembolsilla lo que, la mayoría, con tanto esfuerzo se ha ganado.

Me rehúso a pensar que la película es simplemente un reflejo de lo que en el fondo muchos desean: que por un cara y sellazo les cambie la vida y que ese cambio esté directamente relacionado con billetes, loterías, rifas, valijas con dólares o genios de botella que conceden sumas millonarias a sus nuevos amos. Al final me quedé deseando que el protagonista encontrara la felicidad en la sencillez de su cotidianidad en donde todos podemos encontrarla. Para maravillarnos por el milagro de la creación o por el resultado de la evolución no hace falta dinero y para hacer más de lo que nos gusta sólo necesitamos recursividad.

O al menos eso parecen pensar 75,563 personas que hoy, martes 16 de Marzo a las 4.30pm, “quieren arreglar esto” y recibir en su bandeja de entrada las noticias positivas de la semana de
www.estosololoarreglamosentretodos.org. Navegando el portal me encontré una entrevista muy interesante a Javier Mariscal, un diseñador que ha estado en la quiebra varias veces pero que esto no parece desalentarlo. "Estar obsesionados con el dinero es de idiotas" dice. El manifiesto de la iniciativa termina con las siguientes palabras: “Tenemos que contagiar la confianza de la misma manera que se ha contagiado el pesimismo. Porque cuando tú, y tú, y tú, y yo, nos convertimos en nosotros, no hay nada que no podamos arreglar”.

Por estos lares Mark Boyle, un irlandés, se tomó la tarea de vivir un año sin dinero. Fundó “The Freeconomy Community” que busca reconectar a la gente con su comunidad. “Compartir nuestros recursos no sólo es mejor para el medio ambiente sino que nos permite ahorrar dinero y crear lazos de amistad…” dice el párrafo introductorio. Acabo de inscribirme y hay 20 personas en mi área que voluntarean sus servicios cuidando animales, animando fiestas, escribiendo artículos, conduciendo, enseñando inglés, reparando bicicletas, haciendo reflexología y / o prestando sus electrodomésticos y herramientas.



El mundo está lleno de iniciativas que sin saberlo, hacen parte del movimiento más grande de la historia como lo explone Paul Hawken (video en inglés). Una corriente sin nombre, sin junta directiva, sin salarios extraordinarios, sin reportes anuales, sin bonos, sin membresías, sin consejos, sin jerarquías. Una corriente de la cual muchos nos sentimos parte porque hemos empezado a ver el potencial humano más allá de todas sus máscaras, condicionamientos y juicios. Este mundo está lleno de gente buena, gente que no anda buscando hacer noticia porque su prioridad está en servir, gente que perdona, gente que sobrepasa cualquier adversidad para hacer realidad un sueño, gente que ríe cuando más oscura está la noche porque intuyen que pronto amanecerá, gente que comparte lo que no le sobra, que mantiene prendida la luz de la esperanza para quienes la sociedad les ha dado la espalda, gente capaz de amar sin condición… si, este mundo está lleno de “héroes cotidianos”.

Como dice la canción “que bonita es esta vida” y que afortunados somos todos al poder experimentarla. Salud! (chin chin).

Adelante,
Calu

PD. Libros que me he leído, me estoy leyendo o tengo planeado leerme.

1. Buena crisis, Hacia un mundo postmaterialista de Jordi Pigem. Este libro llegó a mis manos con el patrocinio de Marcos, uno de nuestros anfitriones en el camino a Santiago de Compostela quien terminó durmiendo en nuestra sala hace un par de meses.

2. Basta: Como dejar de desear siempre algo más de John Naish (Enough: Breaking free from the world of more). Comprado de segunda; fué el regalo de cumpleaños para mi hermana.

3. Consumir menos, vivir mejor. Pueden descargarlo legalmente aquí