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Wednesday 3 March 2010

La prostituta, el mendigo y el ladrón

Kelly no grita a los cuatro vientos lo que hace pero tampoco esconde su cabello postizo, sus tacones de dos pisos y el hecho de que una noche se acostó con el padre de una amiga suya por cuestiones laborales. Trabaja tarde los fines de semana pero como ahora está de conejillo de indias en un ensayo clínico en el que le van a pagar un platal, decidió suspender temporalmente su fuente primaria de ingresos. Kelly teje prendas en sus ratos libres y está obsesionada con los pandas. Hace un par de meses posó para un artículo titulado “Le quité el esposo a mi abuela”. Un viejito de Brighton fue el otro modelo; los dos apenas se conocían de vista pero a la revista le interesaba la trama que fue inventada por una conocida suya aspirando a las 400 libras que ofrece la editorial por los artículos capaces de entretener a sus lectores. Oh sorpresa para quienes creen que todo lo publicado en las revistas de farándula es cierto. Kelly vive con su esposo, un joven excéntrico que nos representa de vez en cuando en la corte cuando tenemos juicio y que para provocar al juez llega maquillado.

Nate, el americano ficticio –porque nació en el Reino Unido pero se crió en Estados Unidos – aparece de repente con sus bolsillos llenos de comida para compartir. Con el tiempo sospeché de su generosidad hasta darme cuenta que rara vez paga por estos artículos. A veces regala lo que ha tomado sin permiso a los mendigos del barrio, como un Robin Hood robándole a una multinacional para alimentar a los parias.

Saturno tiene 76 años. Lo conocí en el templo Krishna y no se llama Saturno pero desconozco su verdadero nombre. Tiene aspecto de mendigo; lleno de trastos, bolsas, cordones, bufandas, volantes, mapas. Habla del sánscrito, de los Vedas, de astrología y del Kaliyuga. Me preguntó por mi fecha de nacimiento cuando nos conocimos y ahora hago parte de su familia cósmica. Me dice que mi número es el 8, que nací en el año del gallo y que Krishna, Saturno y Naraya son el mismo. Me dice que la gente ignorante habla mucho y muy duro, que las palabras han perdido su significado y que los activistas ambientales deberían usar más productos naturales como el limón y el vinagre en vez de andar contaminando el planeta con químicos y desinfectantes tóxicos. Hace un par de días me invitó a Camden –al norte de Londres- para presentarme a un familiar cósmico. El iba en bus y yo lo seguía en la bicicleta. Visitamos varias tiendas y terminamos en un café en donde uno paga lo que quiera. El pagó.

El tener un estilo de vida menos convencional me pone en contacto con individuos a los cuales nunca hubiese conocido y por ende nunca hubiese aprendido lo que tenían para enseñarme.

“Robar es malo” nos dicen, pero no robamos un poco y de muchas maneras cuando nos quedamos con una devuelta mal calculada, cuando no regresamos ese libro prestado, cuando ignoramos una deuda “insignificante” porque “al otro no le hace tanta falta como a mi”, cuando invertimos en un banco que explota recursos naturales en países en vía de desarrollo, cuando nos hacemos pasar por jóvenes, estudiantes o viejos para reclamar un descuento, cuando nos comemos las uvas del supermercado, cuando fingimos estar de cumpleaños para reclamar un helado gratis, cuando cogemos más de lo que necesitamos?

Tal vez no prostituyamos nuestros cuerpos por dinero pero –lo que es peor- nos prostituimos gratis cuando compartimos nuestra cama con quien ya no amamos para cumplir con nuestros “deberes conyugales”. Prostituimos nuestras emociones y nuestros pensamientos cuando los moldeamos para satisfacer al cliente de turno, llámese colega, familiar o amigo. Prostituimos nuestros sueños cuando el “qué dirán” nos pesa tanto que preferimos abandonarlos a cambio de prácticas masoquistas cargadas de culpa, sumisión y autoengaño.

La moneda de la verdad tiene tantas caras como seres humanos y en mi opinión nos corresponde ser fieles a nosotros mismos. La cultura es pasajera, las leyes son pasajeras, los conceptos, los condicionamientos mentales, las creencias… todo es pasajero, y como transeúntes en esta vida es un imperativo decidir como queremos viajar. Si queremos cargar una maleta pesadísima llena de juicios, apegos, rencores, dolor y memorias que nos lastiman, o si más bien preferimos disfrutar de este mundo ligeros de equipaje, como niños ávidos por aprender, como seres humanos en todo el sentido de la palabra.

Adelante,
Calu

1 comment:

  1. vaya, vaya. Siempre tan profundo tu sentir,ojalá muchos pudiésemos ser tan sinceros y enfrentarnos a nuestros miedos con templanza y desapego.

    RQ

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