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Monday 17 May 2010

La ducha*


Pablo regresó a casa malhumorado después de un largo día de trabajo. Su jefe le había asignado un par de tareas extras sin haberle consultado previamente. La fotocopiadora de su piso estaba en mantenimiento y tuvo que bajar por lo menos cuatro veces a recoger unas copias. Una de las recepcionistas se había tenido que ir durante la mañana de manera que su teléfono, ubicado a unos tres escritorios del de Pablo, sonaba varias veces antes de transferir la llamada a la contestadora automática. Por cuestión de presupuesto Recursos Humanos había cambiado su marca de café preferida por una que no sabía igual. No pudo encontrar en su memoria portátil la carta que había empezado a escribir la noche anterior para adelantar trabajo. De regreso a casa perdió el primer tren y no encontró donde sentarse en el segundo. Una pareja de recién casados que iban de pie a su lado se embarcaron en su primera discusión y para acabar de completar la máquina de la estación no reconocía su tiquete por lo que tuvo que esperar unos segundos al personal encargado para poder salir de la estación. A pesar de ser primavera, el viento soplaba frío y justo ese día había dejado su bufanda en casa. Después de un día que a Pablo le pareció más bien como la anticipación del infierno, finalmente llegó a casa. Prendió su equipo de sonido para escuchar su cd de mantras relajantes y puso a hervir agua para tomarse un té de valeriana. Abrió la llave de la ducha como solía hacerlo cada noche. El agua siempre tardaba unos minutos en calentarse por lo que empezó a sortear unos papeles que tenía sobre la mesa del comedor.

Mientras tanto un niño moría de una enfermedad causada por la falta de abastecimiento de agua potable; una mujer empezaba su recorrido diario de 10 kilómetros para recoger agua de un pozo contaminado; un hombre decidía si repartir su último litro de agua turbia entre sus animales o su huerta; una anciana lloraba porque su tinaja de agua tenía una grieta por donde se le escurría su tesoro más preciado; una niña hacía fila para usar el único baño público del pueblo; un adolescente se daba su baño semanal después de esperar por 4 horas su turno; una madre era trasladada de urgencia en una ambulancia improvisada porque se encontraba deshidratada y no podía amamantar a su bebé recién nacido; un pastor tenía que caminar 1 día más con su rebaño porque el lago al que se dirigían se había secado; un niño era golpeado por su hermano mayor por haber dejado caer un vaso con agua; una niña lloraba del dolor que le producían los mil parásitos que tenía en su estómago por no tener como lavarse las manos antes de comer; una población sacrificaba una de sus vacas para ofrendarla a los dioses mientras suplicaba que le devolvieran el agua a la quebrada; una madre acudía al médico porque su niño sufría de diarrea a causa del consumo de agua mal tratada; un hombre trabajada horas extras para poder pagar por un litro más de agua para su familia; una cabra desnutrida moría de sed; unos jóvenes robaban gallinas para cambiarlas en el mercado por una botella de agua; una señora prendía una vela por los 3'575 millones de personas que mueren cada año por falta de acceso a agua descontaminada; un grupo de ancianos se reunía alrededor del fuego para implorarle al cielo un poco de lluvia; un padre lloraba, por segunda vez en un año, la muerte de uno de sus hijos por deshidratación; una mujer se levantaba antes del amanecer para caminar en la oscuridad y llegar a las vías del ferrocarril para ir al baño a la intemperie, a sabiendas de que podía ser agredida.


Las ventanas de su apartamento empezaban a empañarse con el vapor que salía del baño indicándole que el agua estaba a la temperatura deseada. Después de 3 minutos, 47 segundos, 30 litros y unos vidrios empañados, Pablo se metió a la ducha.



* Inspirada en la “Hoja informativa sobre el agua” de la campaña “El agua como fuente de vida” de las Naciones Unidas.